Cóndores no entierran todos los días de Gustavo Álvarez Gardeazábal
Por Natalia L. Menco Tovar*
¿Cómo un hombre pacífico, vendedor de quesos y leal a su iglesia se convierte en el líder de uno de los períodos más sangrientos de la historia política de Colombia? Y ¿qué pasa cuando un pueblo se vuelve indiferente a su propia realidad? Cóndores no entierran todos los días muestra las consecuencias del poder que se vuelve inmensurable y a lo que pueden llevar las propias convicciones, así como una sociedad que hace ojos ciegos a sus problemas.
El escritor vallecaucano Gustavo Álvarez Gardeazábal en su corta novela Cóndores no entierran todos los días, publicada en 1972, presenta una historia que refleja el periodo de la guerra bipartidista narrada a partir de la vida de León María Lozano, alias “El cóndor”. Esta obra, ganadora del Premio Manacor en 1974 (premio literario impulsado por el Consejo Insular de Mallorca, en España) y llevada al cine en 1984, logra rescatar la memoria de un país que olvida y que mancha de sangre sus territorios mientras sufren inocentes y prevalecen las injusticias.
El autor muestra la responsabilidad que tuvo el poder político y religioso en las masacres durante el periodo conocido como “La Violencia” (entre 1948 y 1958), de cómo el fanatismo político puede enemistar a hermanos y vecinos, y las consecuencias de un pueblo que niega su realidad, aunque esta se manifiesta en hileras de muertos y cruces en los cementerios. Todo lo anterior narrado desde Tuluá, un pueblo colombiano ubicado en el departamento del Valle del Cauca, cuyos habitantes prefirieron disfrazar la muerte con relatos apocalípticos, visiones religiosas y fantasías míticas. Fueron incapaces de contener una realidad que termina por arrasar con todo de a poco hasta que no hay vuelta atrás.
Esta narración lleva a través de distintos episodios y anécdotas que recuerdan las épocas más oscuras de la violencia en Tuluá. Se vuelve una reconstrucción de la memoria para un país que siempre olvida. Es una novela que se escribió con dolor y se recuerda con sangre, pero que al mismo tiempo relata ciertos sucesos con un tono cómico e irónico que le permite al lector reírse, sentir placer e incluso empatizar con los personajes. La violencia, la tragedia y la muerte se tocan con una cotidianidad de pueblo pequeño, bullente de vida e historias.
“No hice más que el tradicional oficio del novelista que recrea la realidad que vive o le atormenta en su recuerdo. Puse para siempre en las letras de un libro la historia que se le ha ido olvidando a la patria convencido que con ella podría evitar repeticiones estúpidas”, expresa el autor en su nota a la edición de 1984. Con esta novela Gardeazábal quería plasmar un periodo oscuro del país e intentar que se tomara consciencia y quedara para siempre en la memoria las repercusiones de un conflicto que incluso sigue presente en nuestros días.
*Estudiante de Literatura y Lenguas Modernas y practicante de promoción de lectura de las Bibliotecas PUJ
_____
Cóndores no entierran todos los días de Gustavo Álvarez Gardeazábal
-Ubicación en Biblioteca General:
Pídelo en el Punto de Atención Rápida, en el piso 0 de la Biblioteca General o a través del Servicio a Domicilio.
0 Comentarios.